El COVID-19 me paró, me dejó varado e imposibilitado para seguir con mi trabajo, me mandó al dique seco con el miedo metido en el cuerpo y sin saber qué me depararía el futuro.
Os suena, ¿verdad? Seguro que muchos de vosotros habéis pasado por momentos y pensamientos similares. Y es que, cuando nos quitan la posibilidad de hacer lo que mejor sabemos hacer para ganarnos la vida, es como si una parte de nosotros dejara de existir. Nos sentimos incompletos, desmotivados, la sensación de vacío nos lleva a sentir apatía, aburrimiento y desesperanza.
Todos estos sentimientos forman parte de un proceso natural cuando hay un cambio significativo en nuestra forma de vida. Un punto de inflexión que marcará un antes y un después.
En Chile os han parado y, sin embargo, no podéis estar parados. Se debe replantear qué hacer cuando vuelva la normalidad. La idea preliminar: lanzaos preguntas que os remuevan por dentro a nivel profesional. ¿Qué salón queréis tener? ¿Qué efecto llamado hacer para los clientes? ¿Cómo vas a acondicionar tu salón para una nueva era? ¿Haréis algún cambio que tenías pensado para mejorar antes del COVID?
Es momento de cambios en nuestras vidas personales y, por supuesto, profesional. Es momento de incorporar nuevos productos y servicios, de mejorar aquello que ya debíamos mejorar. Es momento de oportunidades, no de lamentos.
Imagino que Chile no será muy diferente a lo que vivimos en España en los días previos a la tan ansiada reapertura. Nervios, emoción y unas ganas locas de volver a sentirnos vivos. En mi salón en Madrid llamado Coolday comenzamos a prepararlo todo sin saber fecha oficial de vuelta, ni tan siquiera medidas sanitarias, pero teníamos un objetivo claro: volver como nunca y haciendo de nuestro salón de belleza un lugar seguro, un lugar feliz.
Los clientes lo merecen y son, en definitiva, nuestra máxima prioridad.
Distancia de seguridad, mamparas entre sillones, límite de tocadores, gel hidroalcohólico, material de un solo uso, higiene y desinfección extrema y un sinfín de nuevas medidas que garantizarán la seguridad del equipo y del cliente. El gran cambio del que nos sentimos especialmente orgullosos a tenor de los resultados fue el nuevo horario. Ahora es ampliado y con dos equipos. Reubicamos a 16 personas en dos turnos. Es decir, trabajamos más horas y, sorprendentemente, estamos en mejores números que antes.
Más horario es igual a una mayor rotación de personas. Y trabajando en el tiempo óptimo de cada servicio como una gran cadena de producción bien engrasada.
Los cambios han de ser de ida y vuelta. Me explico: no solo por parte del dueño del salón y de sus colaboradores, también es necesario concienciar al cliente de que la vida ha mutado. Es necesario que acuda puntual a la cita y que, si por cualquier motivo no acude, avise con antelación para poder “vender” esa hora a otra persona.
La comunicación durante el parón y la posterior son fundamentales para que todos vayamos de la mano y rememos en la misma dirección. Una sociedad unida y solidaria saldrá antes de todo esto, ¿verdad?
Ya sabéis eso de que “lo que no te mata te hace más fuerte”. Es un punto de partida, no una fórmula mágica. No hay mejor punto de partida que el cero. Hagámoslo viable, con fuerza y sin miedo.
¡Vamos, Chile!
Luis Miguel Vecina
Coach en Liderazgo de Equipos
Especialista en Coloración
Director de Expertise Education
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